Va pasando la primavera y aún no ha caído una sola gota. El cura del pueblo tiene la feliz ocurrencia de convocar a todos a una rogativa para pedir la lluvia. Están todos reunidos en el templo y el cura, compungido, no puede por menos que lamentarse:
-¡Ah, hombres de poca fe! Estamos reunidos para rogar que llueva y ninguno de vosotros ha traído el paraguas.
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